Había un
alumno dos cursos superior al mío que
era muy conocido.
Popular no.
Conocido.
En el recreo,
cuando la cafetería estaba hasta los topes, intentando conseguir el bocata de tortilla
o la palmera de chocolate antes de que se agotaran, P. con cara de buena
persona, pedía un cigarro a todo el que conseguía centrar la atención dos
segundo sobre su cara.
La mayoría
se lo daba.
El que no
fumaba no. Pero el que fumaba y tenía se lo daba.
Todo bien.
Así fue
pasando el curso.
Cada recreo
la misma escena.
Hasta que
corrió la voz de que P. tenía una cajetilla que iba llenando de cigarros
gratis.
Vaya.
Vaya......
Se cambiaron
las tornas.
Ahora le
pedían a él.
Y él, que seguía teniendo cara de buena persona,
fingía prisa por ir al baño y negaba con la cabeza.
Vaya.
Vaya...
Más rumores
corriendo.
Que teniendo
cajetilla repleta negaba cigarros a quien antes se los había dado a él.
Así que
entre adolescente llenos de espinillas, hormonas revueltas y mono de tabaco,
algo tenía que ocurrir.
Y ocurrió.
A media
mañana, un día soleado de marzo en la cafetería del instituto pasaría algo que P.
recordaría siempre y yo también.
Llegó la
hora del recreo y la cafetería se llenó. Como siempre prisas y mucho tumulto.
De repente
se oye un estruendo brutal. Un ruido tan fuerte que nos paralizó.
Silencio
sepulcral. Giramos la cabeza hacia el mismo punto.
En el centro
de la barra estaba P. escupiendo los
restos de un cigarro reventado por la mecha de un petardo que alguien le había
colocado en su interior.
Tenía la
cara desencajada del susto cuando la mayoría empezó a reírse.
Fue el
último cigarro que P. fumó gratis en aquella cafetería.
Y en aquella
cafetería en ese mismo momento comprendí que lo barato, lo que es casi gratis, sale
muy caro.
Tan caro
como a las personas que van picando de aquí
y de allí llenando la cajetilla de información, precios, consejos y muchas
tácticas fallidas para vender o comprar
una propiedad sin rascarse el bolsillo.
Sin darse
cuenta que han ayudado al vecino a vender antes, que han perdido oportunidades
que no volverán a pasar y que le han explotado muchos petardos en su cara
cuando era demasiado tarde.
Algo que no
le pasa a nuestros clientes.
A ellos no.
¿Por qué ?
Por que han
contratado un Servicio de Representación en Exclusiva.
¿Qué
significa eso?
Que somos su
mejor inversión.
Y también
que están relajados mirando al mar o dando de comer a los patos en el parque
mientras su asesora inmobiliaria les
representa.
Eso hace que
no pierda dinero, tiempo o salud. Ni oportunidades.
Sólo tiene
que firmar llegado el momento. Recoger su cheque e invitarnos a comer para
celebrar que los petardos no le preocupan porque no hay ninguna posibilidad de
que le estallen.
PD: P. emigró. No lo he vuelto a ver.
PD2:
nuestros clientes no emigran. Disfrutan del dinero de la venta. Sonríen. Es lo
que tiene la tranquilidad de contratar a profesionales y olvidarte de casi
todo.
Contrata y
disfruta.
Palabra de REALTOR.
Por ahorrar dinero, la gente está dispuesta a pagar cualquier precio.