Le vi por primera vez una tarde de primavera, con su bolsita de dibujos animados, apurando el paso. Siempre tenía prisa por llegar y revivir un poco más.
Aún no bien marchaba, ya estaba llegando de nuevo.
Su mujer, la Residencia de Ancianos y él hacían un Tándem que durante más de cinco años se mezclaban con los pasillos que les conducían a la salida por donde cada mañana y cada tarde salían a respirar.
La sacaba de paseo con tanto cuidado como si de una mariposa de cristal se tratara. Pendiente en todo momento de su bien estar. Su mantita, conjuntaba con su cara sonrosada de felicidad por estar junto a ella, de la que orgulloso me decía que cada día estaba más guapa, verdad?
Los martes tocaba mercado y paseo de tapas. Callos o churros recién hechos que muchas veces le regalaban, supongo que brindando por tantos años de amor mutuo, apreciable a simple vista.
Si existe la envidia sana, muchas veces la sentí, mirándoles.
Admirándoles....... en silencio desde el rincón del salón . No cabía más amor por metro cuadrado cuando ellos dos merendaban juntos.
Trozos de paciencia infinita bajo la tapa azul de un taper, gajos de cariño con sabor a mandarina y ese bollo que a escondidas ganaba la partida a la recriminación de la enfermera siempre vigilante, más preocupada de la diabetes que del deseo a lo prohibido.
Pasado el tiempo, consiguió plaza para estar con ella, compartir espacio y más tiempo juntos.
Ya no necesitaba nada más. Lo tengo todo, la tengo a ella.
Cada mañana, dos pisos más abajo le esperaba. Escuchaban música. A ritmo de tangos, perpetuaban un poco más su historia. Recuerdos de la Argentina que la vio nacer y a la que él emigró como tantos gallegos por trabajo.
La conoció en un parque y poco a poco fue ganando confianza. No se lo puso fácil y tendrían que pasar dos años para que ella empezara a tutearle. No le importó, tenía toda la vida para conquistarla.
Para vivirla.
La madrugada del lunes, "la chica" como él la llamaba, falleció.
- Ya no la veré más......
Me decía entre lágrimas ayer tarde.
-Sí que la veremos, cuando la recordemos, le respondí, aguantando las ganas de mucho acumulado.
Porque un amor tan grande, siempre permanece mientras un corazón con memoria siga latiendo.
Me queda su recuerdo, dulce, amable, todo corazón. Su cara de felicidad plena cuando él estaba a su lado. Sus pulseras, sus collares que siempre le parecían pocos, porque él se los regalaba.
El ejemplo de conseguir, perpetuar un amor que un día prometió y selló.
Lograr, que hasta el último aliento, su mano, sujete la tuya con tanta delicadeza como aquella mariposa de cristal que todas las tardes salía a pasear.
Ojalá vendas la casa pronto, me dijo una de las tardes que solía visitarles.
Siento no haberlo podido hacer cuando ella vivía.
Ahora sé que el tiempo es implacable y en esta ocasión juega en contra y yo ya estaba en fase de descuento.
Pero por ella y para ella, ese ojalá, fue pronto una realidad hecha certeza.
Hubo, hay y habrá CORAZÓN, por lo tanto, hubo, hay y habrá TRATO.
Josefa, hasta siempre...........
"A veces, la vida no sigue.
Aveces, sólo pasarán los días"
Aún no bien marchaba, ya estaba llegando de nuevo.
Su mujer, la Residencia de Ancianos y él hacían un Tándem que durante más de cinco años se mezclaban con los pasillos que les conducían a la salida por donde cada mañana y cada tarde salían a respirar.
La sacaba de paseo con tanto cuidado como si de una mariposa de cristal se tratara. Pendiente en todo momento de su bien estar. Su mantita, conjuntaba con su cara sonrosada de felicidad por estar junto a ella, de la que orgulloso me decía que cada día estaba más guapa, verdad?
Los martes tocaba mercado y paseo de tapas. Callos o churros recién hechos que muchas veces le regalaban, supongo que brindando por tantos años de amor mutuo, apreciable a simple vista.
Si existe la envidia sana, muchas veces la sentí, mirándoles.
Admirándoles....... en silencio desde el rincón del salón . No cabía más amor por metro cuadrado cuando ellos dos merendaban juntos.
Trozos de paciencia infinita bajo la tapa azul de un taper, gajos de cariño con sabor a mandarina y ese bollo que a escondidas ganaba la partida a la recriminación de la enfermera siempre vigilante, más preocupada de la diabetes que del deseo a lo prohibido.
Pasado el tiempo, consiguió plaza para estar con ella, compartir espacio y más tiempo juntos.
Ya no necesitaba nada más. Lo tengo todo, la tengo a ella.
Cada mañana, dos pisos más abajo le esperaba. Escuchaban música. A ritmo de tangos, perpetuaban un poco más su historia. Recuerdos de la Argentina que la vio nacer y a la que él emigró como tantos gallegos por trabajo.
La conoció en un parque y poco a poco fue ganando confianza. No se lo puso fácil y tendrían que pasar dos años para que ella empezara a tutearle. No le importó, tenía toda la vida para conquistarla.
Para vivirla.
La madrugada del lunes, "la chica" como él la llamaba, falleció.
- Ya no la veré más......
Me decía entre lágrimas ayer tarde.
-Sí que la veremos, cuando la recordemos, le respondí, aguantando las ganas de mucho acumulado.
Porque un amor tan grande, siempre permanece mientras un corazón con memoria siga latiendo.
Me queda su recuerdo, dulce, amable, todo corazón. Su cara de felicidad plena cuando él estaba a su lado. Sus pulseras, sus collares que siempre le parecían pocos, porque él se los regalaba.
El ejemplo de conseguir, perpetuar un amor que un día prometió y selló.
Lograr, que hasta el último aliento, su mano, sujete la tuya con tanta delicadeza como aquella mariposa de cristal que todas las tardes salía a pasear.
Ojalá vendas la casa pronto, me dijo una de las tardes que solía visitarles.
Siento no haberlo podido hacer cuando ella vivía.
Ahora sé que el tiempo es implacable y en esta ocasión juega en contra y yo ya estaba en fase de descuento.
Pero por ella y para ella, ese ojalá, fue pronto una realidad hecha certeza.
Hubo, hay y habrá CORAZÓN, por lo tanto, hubo, hay y habrá TRATO.
Josefa, hasta siempre...........
"A veces, la vida no sigue.
Aveces, sólo pasarán los días"