Año de hojas sueltas de proyectos que ayudan a construir
mi destino.
Año de regalar ayuda antes de que lo pidan o corro el riesgo de llegar tarde.
Año de rumbo distinto en dirección contraria al pasado, donde no hay riesgo de nostalgia.
Año de sonrisas tenues, por si acaso.
Año de cambios, ahora que me doy cuenta de lo mal que lo hago.
Año de vuelos, a media altura, olvidando los realizados a ras del suelo.
Año de decisiones, que sin duda me han hecho más fuerte.
Año de nuevas experiencias a fuego lento. Nuevos compañeros que tanto me acompañan sin ellos saberlo. De los que aprendo y me renuevo, en los que me reflejo cuando hablan con corazón. De los encuentros con sabor a reencuentro.
Año de saltos en los charcos, de olor a chocolate, de pan con mantequilla. De vaqueros gastados, de detalles sorpresa, de miradas cómplices al terminar el día. De libros, notas en la nevera y atardeceres hermosos. De agua helada y brisa traviesa. De sabores nuevos, decoraciones interminables y muchos colores por pintar.

